
Dios enla Biblia demuestra una especial predilección por los niños. Dios los elige para grandes misiones como sucede en el caso de Samuel (1 Sam 1-3) y en la ternura con que prodigaba su amor a Israel: "Cuando Israel era un niño, Yo lo amaba y de Egipto llamé a mi hilo” (Os 11,1).
Dios cuidaba de Israel "como de un niño en el regazo de su madre" (Sal 131,2); “como el padre se complace de sus hijos” (Sal 103,13). De hecho, era un niño, un recién nacido, pues acababa de salir del país de la muerte (Egipto) a los espacios de la vida, empezaba a vivir como pueblo independiente y libre. Israel fue siempre para Dios un niño muy querido:
"Podrá una mujer olvidarse del niño que cría, no tener compasión del niño de su vientre. Pues, aunque ella se olvidara, yo nunca me olvidaré de ti" (Is 49,15).
A Dios le agrada y quiere el culto y la alabanza de los niños: "Reunid al pueblo, convocad a la comunidad, juntad a los ancianos, congregad a los pequeños y a los niños de pecho" (Jl 2,16).
En la epopeya de Judit: "Todos los israelitas se dirigieron fervorosos a Dios y ayunaron rigurosamente. Los hombres y sus esposas, sus hijos, incluso pequeñitos, todos los israelitas, hombres, mujeres y niños y se postraron en el templo" (Jdt 4, 9,1 l). "De los labios de los pequeños y de los niños que maman te has hecho una fortaleza frente al agresor" (Sal 8,2).
Esta predilección de Dios por los pequeños, por los débiles y por los de segundo orden, es una constante en la Biblia. Dios elige a los que menos cuentan, a los últimos, a los olvidados, para hacerlos importantes, para ofrecerles su consideración, para encargarles grandes misiones y nombrarlos guías y dirigentes. San Pablo, expresando este concepto, escribe:
"Dios eligió lo que el mundo tiene por necio, para humillar a los sabios; lo débil para humillar a los fuertes; lo vil, lo despreciable, lo que es nada, para anular a los que son algo" (1 Cor 1,27-28).
Elige a la mujer estéril, para hacerla madre de un hijo de gran relevancia. Prefiere a Ana que se siente humillada por Penena (Gn 25,21); a Sara, despreciada por Agar (Gn 11,31; 16,1); a Rebeca, madre de Jacob (Gn 25,21) y a Raquel, humillada por Lía (Gn 29,31). Las esposas de los tres grandes patriarcas -Abrahán, Isaac y Jacob- eran estériles, y, en ellas, se cumplió el salmo:
"A la estéril, le da un puesto en la casa, como madre feliz de sus hijos" (Sal 112,9).
Elige a los menores: a Isaac y no a Ismael; a Jacob y no a Esaú; a Gedeón, " el último de la familia" más humilde de la tribu de Manasés; a David, y no a sus hermanos mayores; a Salomón, el hijo más joven de David: José es el preferido de Jacob y Efraim adelanta a Manasés. Protege al débil contra el fuerte, al pequeño David contra Saúl, poderoso y de gran consideración; al humilde pastor, que es David, contra Goliat, el gigante.
Dios cuidaba de Israel "como de un niño en el regazo de su madre" (Sal 131,2); “como el padre se complace de sus hijos” (Sal 103,13). De hecho, era un niño, un recién nacido, pues acababa de salir del país de la muerte (Egipto) a los espacios de la vida, empezaba a vivir como pueblo independiente y libre. Israel fue siempre para Dios un niño muy querido:
"Podrá una mujer olvidarse del niño que cría, no tener compasión del niño de su vientre. Pues, aunque ella se olvidara, yo nunca me olvidaré de ti" (Is 49,15).
A Dios le agrada y quiere el culto y la alabanza de los niños: "Reunid al pueblo, convocad a la comunidad, juntad a los ancianos, congregad a los pequeños y a los niños de pecho" (Jl 2,16).
En la epopeya de Judit: "Todos los israelitas se dirigieron fervorosos a Dios y ayunaron rigurosamente. Los hombres y sus esposas, sus hijos, incluso pequeñitos, todos los israelitas, hombres, mujeres y niños y se postraron en el templo" (Jdt 4, 9,1 l). "De los labios de los pequeños y de los niños que maman te has hecho una fortaleza frente al agresor" (Sal 8,2).
Esta predilección de Dios por los pequeños, por los débiles y por los de segundo orden, es una constante en la Biblia. Dios elige a los que menos cuentan, a los últimos, a los olvidados, para hacerlos importantes, para ofrecerles su consideración, para encargarles grandes misiones y nombrarlos guías y dirigentes. San Pablo, expresando este concepto, escribe:
"Dios eligió lo que el mundo tiene por necio, para humillar a los sabios; lo débil para humillar a los fuertes; lo vil, lo despreciable, lo que es nada, para anular a los que son algo" (1 Cor 1,27-28).
Elige a la mujer estéril, para hacerla madre de un hijo de gran relevancia. Prefiere a Ana que se siente humillada por Penena (Gn 25,21); a Sara, despreciada por Agar (Gn 11,31; 16,1); a Rebeca, madre de Jacob (Gn 25,21) y a Raquel, humillada por Lía (Gn 29,31). Las esposas de los tres grandes patriarcas -Abrahán, Isaac y Jacob- eran estériles, y, en ellas, se cumplió el salmo:
"A la estéril, le da un puesto en la casa, como madre feliz de sus hijos" (Sal 112,9).
Elige a los menores: a Isaac y no a Ismael; a Jacob y no a Esaú; a Gedeón, " el último de la familia" más humilde de la tribu de Manasés; a David, y no a sus hermanos mayores; a Salomón, el hijo más joven de David: José es el preferido de Jacob y Efraim adelanta a Manasés. Protege al débil contra el fuerte, al pequeño David contra Saúl, poderoso y de gran consideración; al humilde pastor, que es David, contra Goliat, el gigante.
Mateo 19:14
Dejen que los niños vengan a mi, y no se los impidan, por que el reino de dios es de quienes son como ellos.”