SOBRE EL CAMBIO SOCIAL
CAMBIEMOS EL MUNDO NO EL CLIMA
En su insatisfacción interior y en la envidia de los éxitos mundanos, el ser humano se encuentra siempre incómodo en la situación de cada día. El Carpe diem no es efectivo por más que se le invoque; los hombres se encuentran terriblemente decepcionados con la situación en que viven, siempre pensando que la vida no les está dando lo que ellos merecen. Continuamente acuden a placeres corrosivos y esclavizantes, porque el ser humano, al no estar seguro de su existencia eterna desea aprovechar cada minuto de su vida en placer y en comodidad; estos, junto con el poder, la abundancia de cosas innecesarias, etc., se convierte en la máxima meta siempre inalcanzable, porque si posee un yate de cien metros siempre deseará y envidiará otro de doscientos.
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Es la naturaleza irredenta que no deja vivir a los que por su posición social disfrutan de un llamado status, y a los que por padecer alguna escasez envidian a los que tienen; de ahí la lucha de clases y el menosprecio mutuo entre ellas, y hasta del odio y un rencor larvado que estalla a la menor chispa de deterioro social.
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El apóstol Pablo tenía mucho que decir a esta situación y lo hizo amplia y certeramente: Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal. Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; (Filipenses 3: 18 a 20.)
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La palabra que suena infatigablemente es «cambio» porque hay tal movilidad en la sociedad que, a pesar de andar pesadamente parece que marcha a vertiginosa velocidad. La técnica ha hecho más por el cambio, que ninguna otra idea o tendencia política. A pesar de lo aparentemente que las ideologías mueven a la sociedad, las gentes, cuando consiguen un estatus por pequeño que sea ya se queda inmóvil. Son los llamados «conservadores» Solo la técnica con sus artilugios, que provee de entretenimiento y de abundancia, es el factor impulsor de los amplios cambios sociales que se han producido en el siglo XX y principios del XXI.
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Y a todo esto, la Iglesia se mueve al par de los tiempos, aunque fiel a su fundador, a su Dios Creador, intenta adaptarse a la sociedad moderna, pero ya solo recibe rechazos y sonrisas de suficiencia por parte de los agnósticos (ateos no hay), ya que consideran el relato de la vida, muerte, resurrección, y ascensión, del Cristo como una fábula; como si el invento de una horrísona bomba nuclear, o la cafetera que anteayer se compró, pudieran suplir la escasez de motivaciones en el hombre moderno
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Y así deambula el mundo, como una barca en el oleaje, bamboleándose peligrosamente y en medio de la alarma de sus tripulantes que, por un lado se sienten los únicos tripulantes y factores de salvación, y por otro entregados solos a la furia del mar con alarma y miedo, en las bonanzas se constituyen como autores de ellas, de la marcha exitosa de la embarcación y de la calma de las aguas..
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Se pone la esperanza en la técnica y en el hombre o en los hombres que pueden, manejando, dar satisfacción a sus expectativas; pero a lo largo de los años, el humano se encuentra ante el vacío de Dios y ante la frustración perpetua. En aquel en quien pusieron sus esperanzas, contemplan su identidad corrupta y engañosa y, o se arroja a la adoración del tal o tales, o por el contrario no encuentra (en nadie) a la persona que supla y maneje el timón mejor que el Dios omnipotente.
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Solo los cristianos, con su esperanza viva, sostienen que este mundo puede ser satisfactorio si se aceptan los postulados de Jesús, que al fin y al cabo no trata solo de la vida en el más allá, sino que su aceptación por parte de todos, haría de la tierra el paraíso que Adán tuvo antes de despedir a Dios de su vida y de sus apetencias egoístas. Y esta es la herencia de Adán.
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Solo Jesús el Cristo, es el que proporciona a los que le aceptan paz, contento, y suficiencia sobre las pasiones destructoras y de codicias necias y engañosas. La humildad del creyente contrasta de forma clamorosa y estridente, con la arrogancia y la ignorancia del que creyendo que está a la vuelta de todo, solo puede cubrir las flaquezas suyas y de los que ha elegido como dioses, con el parche de una tarea común en donde, paradójicamente, la mentira y el desengaño se intentan paliar con un denuedo y una pertinacia digna de mejor causa.
Rafael Marañón.
asi mismo no cambiemo el clisma si no nuestro corazon y la mete d los politico que solo piensa en guerra y la persona solo piensa en dinero y odio y la envidia
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