lunes, 30 de marzo de 2009

LA INCREDULIDAD DEL APOSTOL TOMAS

En el Evangelio de Juan (20, 19-29) se narra que Tomás, uno de los doce apóstoles, tuvo que tocar las heridas de Jesús para comprobar que efectivamente había resucitado, puesto que no lo creía. Esto es lo que Tomás respondió a los apóstoles cuando le contaron que Jesucristo se les había aparecido:
Juan 20, 24-29
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!» Él les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré.» Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!» Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe.» Tomas respondió: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!»Reflexión.Tomás es conocido entre los demás apóstoles por su incredulidad ante Jesús resucitado, que se desvaneció ante la aparición de Cristo. Su falta de fe da ocasión al Señor para invitarnos a afianzar la nuestra, que tiene su punto sólido en el hecho histórico de la Resurrección de Cristo. Tomás que estaba todavía impresionado con la crucifixión y la muerte de Jesús, no creyó a los demás. Ellos deben haber insistido, quizá de mil formas diferente diciéndole “Hemos visto al Señor”. Sin embargo, para Tomás, Jesús estaba muerto.Probablemente hoy esté pasando algo parecido. Sin duda hay muchos Tomás. Para muchos hombres y mujeres es como si Jesús estuviera muerto, porque no significa nada en sus vidas. A veces, en alguna situación o algún momento, también podemos ser nosotros mismos como Tomás. Pero también podemos ser como los otros discípulos, que salgamos a proclamar “Ví al Señor”. Nuestra fe en Cristo Resucitado nos debe impulsar a ir y decir de mil formas que Cristo vive. Y la forma principal de decir que Cristo vive, es mediante nuestra vida y nuestra palabra. Es con el testimonio de nuestras obras que podemos decir Cristo vive. La respuesta de Tomás después de haber visto al Señor es un acto de conversión, de fe y de entrega. Las primeras dudas de Tomás desaparecen cuando el Señor lo invita a «Poner su dedo y meter su mano en el costado del Señor. La respuesta de Tomás es un acto de fe, de adoración y de entrega sin límites, cuando exclama: ¡Señor mío y Dios mío!. La conversión de Tomás se profundiza por el dolor inmenso por su duda. Pero esta duda original de Tomás sirvió también para confirmar en la fé a muchos que creyeron en el Señor. es que acaso puede considerarse una casualidad de que Tomas estuviera ausente, y que al volver oyera el relato de la aparición, y al oír ... dudara, y dudando .... palpara, y palpando .... creyera.Tomás, por la fe en Cristo. Dio su vida a su servicio.Esa duda de Tomás sirvió para que pudiera dar esa proclamación de fe que repetimos hasta nuestros días: «¡Señor mío y Dios mío!».

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